Para que se de en forma satisfactoria,
la escolarización o ingreso al jardín o guardería debe ser entendido como un
proceso y no como un período, ya que no se podría decir anticipadamente el
tiempo que lleve su elaboración y por lo tanto su duración.
En líneas generales se sugiere
realizar la adaptación en forma gradual, de esta manera favorecerá la
separación del bebé o pequeño de los suyos, sobre todo de su mamá y asimilar
nuevas personas que integrarán su nuevo mundo: las docentes, su grupo de pares
y las propuestas con las normas que esto requiere.
Lejos de ser una ruptura, se trata de
la integración, del encuentro donde familia y jardín se enriquecen mutuamente,
por eso es necesaria una apertura de ambos para que la adaptación se de en
forma natural y armónica.
A medida que la adaptación se va
desarrollando y el pequeño/a comienza a quedarse solo, son los padres quienes a
veces viven con más fuerza la separación. Es muy común poner el acento en los
pequeños en el momento de la adaptación: lo cierto es que es un proceso que
incluye a todos los que participan de esta propuesta: pequeños, padres,
maestras, y equipo institucional.
Los sentimientos más frecuentes en
relación al proceso de adaptación son los temores y la culpa. En ello la información
cumple un papel muy importante, cuanto más conocimiento se tenga de la
propuesta, de lo esperable, de quienes la llevan adelante, más se favorecerá la
confianza y la seguridad.
A su vez es importante que los papás
tengan presente que se trata de una propuesta que enriquecerá los recursos y
los vínculos de los chicos y que en ella aprenderá y disfrutará del día a día.
El rol del niño cambia al
escolarizarse, ya no se trata de él como protagonista, sino como parte de un
grupo. Cada niño vivirá esto diferente,
algunos con cierto nivel de angustia que requiere de acompañamiento, contención
y tiempo de adaptación.
Algunos profesionales sostienen que ir
al jardín aporta independencia y sociabilización al niño, y muchas mamás y
papás confían en esto para iniciar tempranamente el proceso de escolarización
de los chicos. Es cierto que la recomendación siempre es que los bebés queden
al cuidado de sus familias idealmente hasta los 2 años. Claro que sabemos que esto no siempre es posible
laboralmente, y que cada familia busca para su bebé lo mejor que puede y tiene
a su alcance.
De todos modos, los sentimientos de
culpa y angustia invaden a las mamás y uno de los principales temores es la
pérdida del amor del bebé hacia ella, que se encariñe con la maestra y muchas
veces ahí aparecen los celos. Estamos presenciando nuevos vínculos de los niños
que se suman a lo de sus padres y familiares pero nada reemplaza el cariño a
sus papás que es singular e irrepetible. Si hay celos es que algo bueno está
sucediendo: vemos al pequeño queriendo y disfrutando de quien lo cuida!
Lo ideal es que los primeros contactos
se produzcan en compañía de la madre u otras figuras de apego secundarios
(abuelos, tíos...) por tiempos breves para posteriormente ir dejándolo sólo en
intervalos más espaciados. Hay que tener en cuenta que a edades de 1 ó 2 años,
el niño no dispone de recursos
suficientes como para interpretar
que, la separación de su madre en un entorno nuevo, es un hecho temporal. La
marcha de la madre es vivida, en un primer momento, como una pérdida real e
irreparable (no entiende que más tarde vendrá a retirarlo) y los mecanismos
innatos de supervivencia se ponen en marcha (llanto, pataletas...). La angustia
o ansiedad de separación puede dispararse en algunos casos. No se trata tampoco
de dramatizar la situación pero sí de minimizar sus posibles consecuencias
negativas. El tiempo ayudará a elaborarlo.
Nada causa más ansiedad y miedo que
aquello que nos es desconocido. La palabra “jardín” no representa para nuestro
hijo lo mismo que para nosotros. Por eso, va a cambiar su percepción si podemos
entusiasmarlo con la idea y al mismo tiempo brindarle información de lo que va
a ocurrir cuando esté allí: los juegos que va hacer, los amiguitos que va a
tener y las cosas que va a aprender. Para esto será imprescindible que los
papás se integren a la dinámica del jardín, conozcan las actividades que
realizan, las materias especiales y actividades artísticas que practican además
de las personas con las que se va a vincular. Una idea favorecedora es poder visitar el
jardín con anticipación junto a los niños. Muchos jardines tienen esta
propuesta formalizada y otros no, tal vez los papás pueden acercarse al jardín
y solicitarlo.
- La
importancia de la despedida
Muchas maestras recurren al recurso de
“distraer” o entretener al chico para que los papás se vayan sin que sus hijos
lo noten, esto no es recomendable. Tener confianza mutua es una tarea
permanente en el vínculo padres e hijos, y ponerla a prueba para evitar el
llanto en la adaptación al jardín, es demasiado arriesgado.
“Desaparecer” no es mejor para que el
niño se adapte, sólo evitará que quizás llore delante nuestro., pero no estamos
favoreciendo un corte, una separación sana que es la base de estar tranquilo a
pesar de no vernos.
Lo ideal es explicarle al chico que
estará unas horas allí, que trate de disfrutar las cosas divertidas que van a
hacer, y que pasadas esas “X” horas, volveremos a buscarlo. Quizás no evitemos
el llanto, pero sí estaremos evitando el engaño y creando confianza en el
vínculo con nuestro hijo.
La escolaridad de nuestros hijos es
una etapa para disfrutar! De ello dependerá la buena elección de la institución
a la que asistirá. Cada día es una aventura: explorar, descubrir, aprender y
disfrutar, los objetivos más importantes. Les encantará que su mamá y su papá
sean sus compañeros, que están disponibles para acompañarlos y escuchar sus
relatos.
Es tiempo de tener tiempo para ellos!